Este 30 de Marzo se conmemora el Día Mundial del Trastorno Bipolar, coincidiendo con la fecha de nacimiento de Vincent Van Gogh, de quien se decía que padecía este trastorno. El objetivo es promover la conciencia mundial al respecto, y eliminar el estigma social que conlleva padecerlo.
El Trastorno Bipolar consiste en una enfermedad mental en la que la persona presenta una alteración en los mecanismos cerebrales que regulan el estado de ánimo. Quien lo padece, sufre a lo largo de su vida episodios recurrentes de depresión, euforia, o episodios mixtos, que se alternan con episodios de normalidad. Se distinguen varios tipos: Trastorno bipolar tipo I, tipo II, y ciclotimia, en función de la intensidad y duración de los síntomas y la aparición o no de síntomas psicóticos. No obstante, aunque hagamos clasificaciones para tratar de estudiarlo y explicarlo mejor, lo cierto es que “no hay enfermedades, sino enfermos”, y cada vez más se habla de “espectro bipolar” precisamente porque los límites a menudo son difusos, los pacientes son únicos y dos personas con este mismo diagnóstico pueden tener una evolución muy distinta, así como tratamientos diferentes.
Afecta a un 2-5% de la población según los estudios. Y cualquier persona, sin importar su sexo, raza o clase social puede padecerlo. En general, suele debutar entre la segunda y tercera década de la vida, aunque puede afectar también a menores o ancianos.
Esta enfermedad tiene un fuerte componente genético, lo que significa que aquellas personas con familiares que hayan padecido esta enfermedad tienen un mayor riesgo de sufrirla también. Tener antecedentes familiares predispone, pero no significa que se tenga que desarrollar la enfermedad necesariamente: hay otros factores que también favorecen su aparición, como el estrés, el consumo de drogas o llevar una vida desordenada con horarios de sueño irregulares.
El trastorno bipolar es un trastorno crónico y recurrente. Esto quiere decir que si no se sigue un tratamiento adecuado, más tarde o más temprano aparecerá una recaída. Del mismo modo que un enfermo de diabetes tipo 1 necesitará toda su vida tratamiento con insulina y seguir unas pautas para controlar los niveles de azúcar en sangre, los pilares fundamentales para mantener a raya el trastorno bipolar son el tratamiento farmacológico, y el psicoeducación. La terapia electroconvulsiva también resulta un tratamiento eficaz en aquellos casos en los que la medicación fracasa. Tomar conciencia de enfermedad y seguir las pautas médicas es fundamental, ya que cuando se produce una recaída, el cerebro se resiente. Por ello, el objetivo final es alcanzar la estabilidad y prevenir las recaídas.
Que acudiera a un psiquiatra que le generase confianza, para poder aclarar todas las dudas e inquietudes que puedan surgir al respecto de su enfermedad y su tratamiento, y que le dedique el tiempo necesario para obtener pautas concretas de prevención y detección de posibles recaídas. También resaltaría el papel de sus seres queridos, y le recomendaría que confíe en ellos cuando le sugieran visitar a su psiquiatra porque “no le ven bien”, puesto que una recaída tratada al inicio se resuelve con mayor facilidad, y puede evitar ingresos hospitalarios.
marzo 30, 2018
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