La Organización Mundial de la Salud ha alertado desde el año 2004 sobre la necesidad de actuar en relación a los factores de riesgo de las enfermedades crónicas (enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes y algunos tipos de cáncer), dado que éstas suponen la principal causa de muerte y discapacidad en todo el mundo. Dentro de los cambios en el estilo de vida actual que puede favorecerlas, destaca el aumento de la vida sedentaria.
Actualmente un 60% de la población mundial se considera que hace vida sedentaria. En España el dato es parecido, el 55% de la población, pero lo alarmante es que este porcentaje ha aumentado un 10% en la última década.
De una forma específica queremos destacar, que varios estudios científicos han mostrado al sedentarismo como uno de los factores de riesgo de cáncer, especialmente en los casos de cáncer de mama y de colon. Los pacientes que tras ser diagnosticados de cáncer dejan de hacer ejercicio, aumentan el riesgo de complicaciones y de que el tumor vuelva a reaparecer.
En el año 1922 se escribió el primer artículo científico en el que se ligaba la práctica del ejercicio físico y la prevención del cáncer. Desde entonces se han realizado múltiples estudios que han llegado a las siguientes conclusiones sobre esta relación:
• El nivel de evidencias científicas sobre el papel de la actividad física como factor de prevención es alto y convincente en los casos de cáncer de mama y colorrectal, probable en los casos de cáncer de próstata y posible en los de pulmón y endometrio.
• Los efectos beneficiosos del ejercicio físico en la prevención del cáncer son dependientes de la cantidad total de ejercicio realizado (horas e intensidad). Así, los niveles más elevados de actividad física, medidos en horas practicadas semanalmente, se relacionan con una menor incidencia de ciertos tipos de cáncer (mama, colon y próstata).
• En los pacientes ya tratados, el mantenimiento de la actividad física aminora los efectos secundarios de la quimioterapia y la radioterapia, mejora la energía vital y disminuye la fatiga, mejora la autoestima, disminuye el nivel de dependencia de terceras personas, mejora las relaciones sociales y la calidad de sueño, disminuyendo el nivel de ansiedad, depresión y estrés. Además, ayuda a controlar el peso, y lo más importante: reduce el riesgo de recidiva y de mortalidad.
El movimiento implica un aumento de las necesidades de energía, fundamentalmente a nivel muscular, pero también en otros órganos como el sistema cardiovascular, sistema nervioso, respiratorio, metabólico y otros.
Para responder a esta mayor demanda de energía, se ponen en marcha y activan la mayor parte de los sistemas: el cardiovascular, para bombear y transportar más sangre; el respiratorio, para tomar mayor cantidad de oxígeno que luego la sangre transporte hasta los músculos; el metabólico, para aportar los nutrientes (hidratos de carbono y/o grasas) necesarios a nuestros músculos; así como el sistema nervioso y hormonal que se encargan de coordinar todos estos procesos.
Este estímulo sobre cada órgano y sistema ligado al ejercicio, hace que a medio plazo se produzcan adaptaciones que mejoran su funcionamiento y capacidad. Durante el ejercicio se gasta energía y se modifica la función de la mayoría de los sistemas. En la recuperación se restablece el equilibrio e incluso llega a mejorar su función según se repite el entrenamiento. Todos conocemos que en biología hay un principio básico: “todo órgano o sistema que no se estimula o utiliza se atrofia”, y en este sentido, el ejercicio físico es un claro ejemplo de este modo de comportamiento.
La práctica regular de ejercicio físico (entre 3 y 5 veces por semana) promueve efectos beneficiosos para la salud en general y también para nuestras defensas inmunológicas frente al cáncer.
La creencia más generalizada sobre la intensidad necesaria para obtener beneficios del ejercicio físico, es que hay que hacer un ejercicio intenso que realmente nos haga sufrir. Nada más lejos de la realidad. Todos los estudios han demostrado que los principales efectos beneficiosos del ejercicio se obtienen cuando se llevan a cabo a una intensidad moderada, con la que se pueda disfrutar, y sobre todo cuando se practica regularmente.
Está científicamente demostrado que el ejercicio físico correctamente prescrito puede realizarse sin riesgo durante los tratamientos de quimioterapia y radioterapia y después de ellos. Ahora bien, es preciso ajustar su intensidad, duración, frecuencia semanal y tipo de ejercicio al estado general del paciente.
La clave está en que el ejercicio no suponga un riesgo, es decir, cuando el cirujano lo permita en el caso de que haya habido cirugía y/o cuando el oncólogo considere que el estado general del paciente en relación con la quimioterapia y/o radioterapia es adecuado.
El Dr. Hernán Cortés-Funes, Jefe de la Unidad de Oncología de HC Marbella nos da las claves: “Todo depende de si ya se hacía ejercicio y se estaba en forma antes del diagnóstico del cáncer, del tipo de cáncer y del tipo de tratamiento”.
• Si la afectación del estado general por el propio cáncer o la cirugía-quimio-radioterapia es elevada y la condición física es pobre, la intervención del fisioterapeuta inicialmente puede ser la adecuada.
• Si la condición física previa al cáncer es buena y la afectación por el cáncer o su tratamiento no es muy limitante, el licenciado en ciencias de la actividad física con conocimientos en patología puede ser el profesional adecuado.
• Si la persona que padece el cáncer está en buena forma física y tiene conocimientos sobre el entrenamiento lo podría hacer por su propia cuenta.
Desde HC Marbella recomendamos que se entrenen 3 cualidades físicas:
-La capacidad cardiovascular o capacidad aeróbica, que se refiere al fondo o resistencia para hacer un ejercicio físico como caminar, correr, montar en bicicleta, nadar, bailar…
-La fuerza muscular, que se refiere a la capacidad de vencer una resistencia determinada como levantar un peso, empujar, traccionar…
-La flexibilidad, que se refiere a tener un rango articular o amplitud de movimiento de nuestras articulaciones lo más amplio posible.
Los ejercicios que debe hacer una persona con cáncer son los que mejoren estas tres cualidades. En realidad son los mismos que debe hacer cualquier persona, pero a una intensidad y duración inferior.
septiembre 7, 2017
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